05 diciembre, 2008

Sed de sangre

Aprovechando el estreno de Crepúsculo, adaptación del nuevo furor literario para adolescentes de mismo título, y el aparente resurgir de las historias de vampiros, en Ocio Noticias vamos a hacer un breve pero amenos recorrido por el cine protagonizado por estos seres sedientos de sangre. Con la figura de Drácula como principal exponente, el cine de vampiros gozó de una excelente fama gracias a la productora Hammer allá por los años 50, 60 y 70, que se encargó de revitalar con cientos de producciones todo el submundo de los monstruos de serie B. Sin mas dilación, os dejo con cinco películas que todo buen amante del cine vampírico debería ver, sin ningún orden de preferencia, ordenadas por su año producción.

Vampiros de John Carpenter (1999): sólo alguien como Carpenter es capaz de poner su nombre como símbolo de distinción en una película. Y, aunque si bien es cierto que la cinta no es ninguna obra de arte, si consiguió en el momento de su estreno convertirse en una película imprescindible para los amantes de los chupasangres, por ofrecer todo el gore y sensualidad que caracteriza a este tipo de producciones. Protagonizada por un chulazo como James Woods, tuvo la osadía de mezclar de manera bastante notable el western con los vampiros, consiguiendo una de las más interesantes propuestas de los últimos años del conocido como genio del terror, un John Carpenter que seguiría perdiendo el rumbo con el paso de los años, pero que para sus incondicionales siempre será el maestro en estas lides tan terroríficas. Lo mejor de la historia, sus buenas dosis de gore con un ser humano partido de manera vertical, literalmente, y el mordisquito vampírico en la jugosa entrepierna de Sheryl Lee (¡Laura Palmer!).

Abierto hasta el amanecer (1995): con Robert Rodríguez en la dirección, George Clooney en su primer protagonista cinematográfico, Tarantino de secundario y guionista, robos, un interminable desierto y mucha carretera, parecía que nos encontrabamos ante una interesante road movie. Pero, de golpe y porrazo, nos vemos encerrados en La teta enroscada, hilarante nombre para un bar de carretera en el que todos sus trabajadores, bailarinas exóticas incluidas, son vampiros. Lo que empieza como un prometedor thriller por las carreteras de Texas termina convirtiéndose en una locura llena de gore y sexo, con escopetas cruzadas con bates de beisbol que forman cruces y uno de los trabajos de maquillaje más interesantes de Gregory Nicotero por aquellos años. Eso y, por supuesto, el espectacular baile erótico de Salma Hayek rodeada por una pitón, convirtieron a la cinta en la más redonda del director texano, que consiguió unir a la perfección cachondeo, gore, sexo y carretera en una cinta que homenajeaba a Tom Savini y que nos descubrió un poquito más de Juliette Lewis.

Drácula de Bram Stoker (1992): posiblemente la mejor de la lista. Dirigida por un Francis Ford Coppola al borde de la bancarrota en esa época, consiguió adaptar de manera más fiel (al menos en parte), la inmortal novela de Bram Stoker. Con Gary Oldman como el mítico chupasangre y Anthony Hopkins como Van Helsing (si, el mismo personaje que luego protagonizó una olvidable cinta con Huhg Jackman), la cinta tenía sus puntos fuertes en una conseguida recreación y una espectacular puesta en escena, que no escatimaba en sangre cuando el guión lo pedía y que consiguió contarnos una de las mas interesantes historias de amor vampíricas, la del conde por Mina Harker, la prometida de Jonathan idem, que quedará encerrado en el castillo del señor de la sangre mientras Drácula intenta ampliar su cama con una nueva concubina (una de ellas, Monica Belluci, cuando nadie la conocía). El éxito de la cinta salvó a Coppola de los números rojos en esa ocasión y dio a Winona Ryder la oportunidad de demostrar que entonces era una estrella y no la cleptómana de hoy.

Drácula (1958): otra vez el archiconocido personaje, pero esta vez interpretado por el actor que más veces se ha metido en su piel, Christopher Lee. En la versión dirigida por Terence Fisher se dio a la sangre la importancia que tiene en este tipo de historias, gracias en buena medida a los avances del Technicolor. Este tipo de producciones eran la apuesta principal de la productora Hammer por revitalizar el cine, no sólo de vampiros, sino de cualquier otro monstruo con historia tortuosa detrás, romántica si era posible. Así, llegarían a los cines de la época nuevos y coloridos filmes como Frankenstein, La momia, el Monstruo del lago y el propio Drácula que ya por aquel entonces tenía aficción por las jovencitas europeas desprevenidas, a las que engatusaba con su caballerosidad para luego darse una buena merendola.

Nosferatu (1922): obra clave dentro del expresionismo alemán. El cine mudo quería causar pánico con esta cinta y vaya si lo causó en su momento. Gracias al terrible aspecto del actor Max Schreck, el primer vampiro cinematográfico lució como nunca se había podido imaginar. Actor al que con el paso del tiempo se le fueron colgando más y más etiquetas e innumerables leyendas urbanas. Pero lo importante es que gracias al excelente uso del blanco y negro (lógicamente, no había otra cosa) y de los efectos de esos tiempos, la historia consiguió aterrorizar a los espectadores. Y eso que todo comenzó como una adaptación bastarda del Drácula de Stoker, sólo que sin licencias, algo que años más tarde se encargo de reclamar su viuda, que ganó los juicios y logró que los originales se quemaran...menos mal que las copias ya distribuidas por el mundo consiguieron salvar una de las obras más inmortales de la historia del cine.

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